viernes, 4 de marzo de 2016

El redescubrimiento de la confesión es más que un deseo interno de la Iglesia; es importante para toda la sociedad. Sé que Jesús me espera ardientemente


Me han impactado muchísimo estas páginas del libro Hemos encontrado misericordia, del Cardenal Christoph Schönborn, que hemos leído y meditado en las reuniones del Apostolado de la Divina Misericordia de Albacete.
Tengo que compartirlas, porque hay en ellas un contenido esencial, que responde a nuestra realidad personal y social más urgente: Hemos de aprender a ver la culpa y hablar de ella para ser curada; Jesús nos espera ardientemente, y de manera especialísima en este tiempo de la Misericordia, en el Sacramento de la Reconciliación.

Estamos también en Cuaresma. Pues para vivir intensamente estos días y la Semana Santa, qué mejor que hacerlo como nos dice Santa Faustina Kowalska, mensajera de la Divina Misericordia, en su Diario, en el nº 378, como vemos ahí en esa primera página, al final: dirigirse a la Misericodia del Señor, para rendirle a Él la mayor gloria, y será un consuelo en su amarga Pasión.

¿Por qué confesarse con un sacerdote? Hasta la mensajera de la Divina Misericordia sintió fuertes tentaciones de no hacerlo: si es un pecador como yo, un hombre como los demás..., pero a la luz de la Misericordia Divina, concluye Santa Faustina en la página siguiente a la de la imagen que publico aquí:
"Oh Cristo, Tú y el sacerdote son uno, me acercaré a la confesión como a Ti y no a un hombre (...) y después de la confesión se dispersaron todas (esas fuertes tentaciones) quién sabe dónde: mi alma disfruta de la paz". (Diario, 1715).

En este tiempo propicio, la iniciativa 24 Horas para el Señor, convocada por el Papa Francisco. En mi Diócesis será así:


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