La Virgen de Fátima en 1917 prometió volver a venir, y lo cumplió: En Pontevedra (España), Sor Lucía presenció varias apariciones de la Virgen y el Niño, la primera el 10 de diciembre de 1925, en la casa de religiosas que hoy es el Santuario de las Apariciones del Inmaculado Corazón de María, en la calle de Sor Lucía, 3.
Fue el Papa Juan Pablo II quien otorgó a este lugar pontevedrés la categoría de santuario, y con motivo de la proximidad del centenario de esta primera aparición de la Virgen y el Niño a Sor Lucía, -Lucía Dos Santos, una de los tres niños pastorcitos de Fátima-, se ha realizado con la participación de la Conferencia Episcopal Española y una campaña de recogida de donativos, una obra de reforma del edificio para convertirlo en un referente mundial de peregrinación mariana como centro de irradiación de la devoción al Inmaculado Corazón de María y de adoración al Señor, tanto por su importancia histórica como espiritual por los hechos que allí acontecieron.
Se ha empezado por reconstruir la cubierta, rehabilitar las vigas del piso superior, y el acondicionamiento del espacio dedicado a la Capilla de las Apariciones, que coincide con el punto en el que estaba la celda de Sor Lucía. Finalmente, se está trabajando en la puesta a punto de un albergue con capacidad para cien peregrinos.
El Corazón Inmaculado de María es el centro y alma del mensaje que la Virgen de Fátima vino a traer al mundo, cuando el 13 de mayo de 1917 bajó de los cielos a Cova de Iría (Fátima, Portugal), descubriendo el misterio de su Corazón a tres niños pastorcitos: Lucía Dos Santos (de diez años) y a sus primos, Francisco Marto (de nueve años) y Jacinta Marto (de siete), en un total de seis apariciones.
“Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará”, dijo la Virgen a los pastorcitos el 13 de julio de 1917. Se trata del triunfo del Corazón Inmaculado, porque la batalla se libra en el corazón de los hombres, que se han endurecido, se han alejado de Dios y han dado cabida a la oscuridad y al pecado.
“La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, para así poder devolverlos a Dios. Es por ello que debemos reconocerla por lo que ella es y someternos a ella y a su reinado, que es todo amor y ternura” (San Maximiliano Kolbe).
Los niños Francisco y Jacinta Marto, murieron pronto: Francisco, en 1919, y Jacinta, en 1920. Lucía Dos Santos quedó aquí en la tierra hasta el año 2005. Se hizo religiosa y dejó escrito lo que se conoce como el Secreto de Fátima, cuyas claves son el arrepentimiento y la conversión del mundo.
Escribe Lucía que esto le dijo la Virgen en junio de 1917: “Sí, a Jacinta y a Francisco los llevo muy pronto; pero tú quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Él (Jesús), quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado. A quien la abrazare, prometo la salvación y serán amadas de Dios esas almas como flores puestas por Mí para adornar su trono”.
"¿Quedo aquí solita?, dije con tristeza.
No, hija. “Yo nunca te dejaré: mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios”.
En la aparición de julio de 1917, la Virgen prometió a los pastorcitos que volvería a venir para hacer dos peticiones, y lo cumplió el 10 de diciembre de 1925, poco después de haber llegado Sor Lucía a la casa de las religiosas de Santa Dorotea, en Pontevedra, haciendo su primera petición. Sor Lucía dejó escrito cómo fue esta venida de la Virgen, con estas palabras refiriéndose a sí misma en tercera persona:
“Día 10-12-1925. Se le apareció la Santísima Virgen; y, a su lado, suspendido en una nube luminosa, un niño. La Virgen apoyaba una de sus manos en el hombro de ella, al mismo tiempo que mostraba un Corazón cercado de espinas, que tenía en la otra mano.
Al mismo tiempo dijo el niño: ten compasión del Corazón de tu Madre Santísima que está cubierto de espinas que continuamente le clavan los hombres ingratos; sin tener quien haga un acto de reparación para arrancárselas.
Inmediatamente, dijo la Virgen Santísima: Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que continuamente le clavan los hombres ingratos, con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme. Y di que todos aquellos que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confesaren, recibieren la comunión, rezaren el rosario y me hicieren quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del rosario, con la intención de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación”.
En 1926, todavía en Pontevedra, ya no fue la Virgen, sino el Niño Jesús quien se apareció a Sor Lucía para confirmarle la voluntad del Cielo de ver extendida esta devoción de los cinco primeros sábados de mes.
La segunda petición la hizo la Virgen a principios de junio del año de 1929, apareciéndose a Sor Lucía en la capilla de la casa de las doroteas de Tuy (Pontevedra). Después de una visión maravillosa de realidades -la Santísima Trinidad-, que Lucía no puede explicar, oye decir a la Virgen que ha llegado el momento de hacer la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón.