domingo, 7 de junio de 2020

La Santísima Trinidad es la realidad más hermosa que tenemos: Dios nos quiere tanto, es de tal manera, que nos puede querer hasta hacerse como nosotros y elevarnos hasta su Gloria.



A continuación, la transcripción de la homilía de este sacerdote, sobre la Santísima Trinidad, en esta Misa que podemos ver en el vídeo y que ofició a las 10.00 horas del sábado 9 de mayo de 2020, en la Parroquia de Santa María de Caná, de Pozuelo de Alarcón (Madrid):

A lo largo de la historia antes de la venida de Cristo en la carne, los hombres han intentado imaginarse cómo era Dios incluso en aquellas religiones politeístas en las que creían en una multitud de dioses. Siempre intentaban figurarse cómo sería aquel Dios primero o aquel Dios principal y aplicaban su imaginación a un trasfondo de verdades más o menos ciertas, más o menos concretas, y llegaban así a ciertas conclusiones.

Por ejemplo, los griegos pensaban en Zeus, el dios que hacía de árbitro de todos los dioses y al cual le aplicaban ciertas características: Zeus tenía que ser un dios justo, Zeus tenía que ser un dios muy poderoso e incluso se atrevían a llamarle padre, y así muchísimas de las religiones previas al cristianismo se han atrevido a llamar a dios, padre, han dicho que dios es poderoso, han dicho que dios es bueno, incluso. Pero esto no dejaban de ser ciertas imaginaciones de los hombres. Sin embargo, nosotros en Cristo tenemos con claridad, sabemos con claridad, quién es este Dios que es nuestro Padre.

Podríamos decir, y es lo que cuenta el Evangelio de hoy, que la vida de Cristo es como un calco de quién es Dios Padre. Muchas veces esa doctrina de la Santísima Trinidad que nos parece un poco un galimatías que no sabemos sacar ninguna conclusión para nuestra vida espiritual, sin embargo, es la verdad frontal de nuestra fe, es la verdad capital de nuestra fe y a la vez es de las más gozosas:

Dios se ha podido hacer hombre porque Dios es Trino, porque es Padre, es Hijo, y es Espíritu. La doctrina de la Santísima Trinidad nos permite imaginarnos no sólo cómo es Dios sino saber cómo es Dios. La doctrina de la Trinidad es la que nos permite tener certeza de nuestro Dios y no andar como los paganos imaginando tener un dios del que no tenemos mucha noticia.

Cristo, en su vida, en su carne incluso, Cristo, en ese tiempo en el que estuvo en la tierra con nosotros nos revela cómo es el Padre. Cuando nosotros los cristianos decimos que Dios es bueno, no estamos diciendo una teoría, sino que estamos viendo a Cristo en la cruz y sabiendo que el Padre está con él.

Sabemos que Dios es bueno, Dios nos quiere hasta tal punto que es capaz de morir por nosotros. Cuando vemos a Cristo curando a los enfermos predicando a las turbas sabemos que Dios es bueno y no lo sabemos como lo podrían imaginar los paganos, lo sabemos porque lo hemos visto realizado en Cristo. Cuando decimos cualquier otra propiedad de Dios sabemos que es verdad, porque lo hemos visto en Cristo. Por eso, lo que pide el apóstol Felipe al Señor en el Evangelio, no tiene ningún sentido. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre en Mí? ¿No crees que quien me ha visto a Mí ha visto al Padre?

Con esto, junto a la doctrina de la Trinidad se junta una doctrina un poco complicada y con un nombre que no hace falta aprenderse de memoria, se llama doctrina de la perijóresis trinitaria, por la cual sabemos los cristianos que cuando está una persona de la Santísima Trinidad están las otras dos. No ciertamente de forma personal pero sí de forma esencial, que cuando Cristo moría en la cruz el Padre estaba con él.

No es que el Padre estuviera en la cruz, sólo el Hijo muere en la cruz, pero el Padre está con el Hijo y por eso sabemos que Dios nuestro Padre nos quiere, porque el Padre estaba con el Hijo cuando el Hijo recorría toda la tierra de Galilea de Judea predicando la conversión, muriendo en la cruz y resucitando, y por eso cuando dentro de unos minutos digamos antes del Padrenuestro que nos atrevemos a llamarle a Dios así: Padre nuestro, no estamos atribuyéndole una paternidad como la de los paganos.

Nosotros los cristianos llamamos Padre a nuestro Dios de una manera absolutamente singular que ninguna otra religión se ha atrevido a decir. Dios es nuestro Padre según una cierta naturaleza, no es que Dios sea Padre en el sentido de árbitro de todos nosotros, del que viene más o menos todo, no, es que Dios es nuestro Padre en un sentido fuerte, grande, como de Cristo, ciertamente en Cristo, de un modo increado y nosotros de un modo adoptivo, pero de un modo real. Somos hijos de Dios, él ha transformado nuestra naturaleza para que podamos llamarnos con plenitud con verdad realmente hijos de Dios.

Cuando nosotros llamamos a Dios Padre estamos diciendo algo que no somos capaces de comprender. Por eso, acudamos a esa protección de Dios que es Padre nuestro, que es Padre bueno, que es providente, nos cuida. Y pidamos hoy sábado a la Virgen María que nos ayude a comprender un poco más este misterio de Dios, este misterio de la Trinidad que no es algo lejano, no es algo abstruso, sino que es la realidad más hermosa que tenemos: Dios nos quiere tanto, es de tal manera, que nos puede querer hasta hacerse como nosotros y elevarnos hasta su Gloria.


Homilía de este joven sacerdote de la Parroquia de Santa María de Caná, de Pozuelo de Alarcón, Madrid, en la Santa Misa de las 10:00 horas del sábado 9 de mayo de 2020, retransmitida por Youtube por la pandemia de Covid-19.

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