domingo, 8 de mayo de 2016

Ahora es un momento de gracia, de Misericordia. Ven y Verás. Entrevista a D. Jesús Higueras Esteban, en su participación en el II Encuentro Diocesano de la Divina Misericordia de Albacete

D. Jesús Higueras Esteban, párroco de Santa María de Caná en Pozuelo de Alarcón (Madrid), colaborador en prensa y en programas de TV, ha sido nombrado por el Papa Francisco, misionero de la Misericordia en este Año Santo de la Misericordia. Habló de Misericordia y Nueva Evangelización durante su participación en el II Encuentro Diocesano de la Divina Misericordia de Albacete y explicó cómo hemos de anunciar la Misericordia.


D. Jesús Higueras, ¿Qué hacer ante tantas y tantas personas que creen que Dios no es necesario para sus vidas?
Estaríamos muy equivocados si somos pesimistas, porque ahora es un momento de gracia, de misericordia. El mundo necesita mucho más que nunca la luz de Cristo. El Papa Francisco, el vicario de Cristo, ungido para ser luz para la humanidad, proclama que la misericordia del Padre, cuyo rostro es Jesús, es la medicina: Cristo es el médico y a la vez es la medicina que va a sanar a un mundo enfermo, que huye de su propia identidad. La alternativa es el mensaje de la Misericordia, que es para todos y llega a todos. 

¿Pero cómo explicar por qué es tan necesario el encuentro con el amor de Dios?
Hemos de ofrecer, invitar, proponer…  En un mundo en el que las consultas de los psiquiatras y psicólogos están llenas porque la gente, por mucho que niegue la presencia de lo trascedente, sigue herida, culpabilizada, sin conocer la palabra perdón, hace falta que alguien diga que existe una persona, existe Alguien ante quien no tienes que dar la talla ni demostrar nada, que te ama incondicionalmente y, especialmente, en tu debilidad. 

Dios es Alguien…
Nosotros creemos en un Dios personal, y como ha tomado la carne humana, hablamos del corazón de Dios, un corazón que piensa, ama,  siente, perdona. En el encuentro con Él descubrimos que no es un ser inanimado, sino que tiene sentimientos que podemos conocer, por tanto, Dios nunca será algo, sino Alguien, y a través de Jesús descubrimos que ese Dios es Alguien. La victoria de Cristo es la victoria de Dios sobre el misterio del mal y del dolor y es lo que nos alienta y nos ayuda.

Nos ha dicho que el encuentro de Dios sucede en el corazón de cada hombre.
Sí. Sobre todo, es en la oración, en el diálogo con Él, cuando realmente uno escucha su palabra o participa en la Eucaristía, incluso uno en su cuarto, en su casa: Dios mío, si estás ahí, quiero conocerte, quiero experimentar que me amas, quiero estar contigo. En ese deseo de Dios ya está Dios mismo. Cualquiera que busque a Dios, aunque diga que no tiene fe, ya está Dios con él.

Nos ha explicado también, que la misericordia es el nombre del amor a la debilidad humana. Todos necesitamos misericordia.
Todos. Como todos somos débiles, necesitamos ser amados también en nuestra debilidad, no sólo por las cosas buenas que hacemos. Y reconocernos pecadores es el comienzo: Sólo quien se reconoce pecador puede alcanzar la misericordia, que es para aquellos que reconocen su debilidad, su fragilidad y que la necesitan. Porque precisamente estás visitado en tu debilidad, esa debilidad tuya, ese pecado, es lo que hace que Dios esté más pendiente de ti y que el amor de Dios se encienda más contigo y llegue más lejos. 

¿Por qué es importante que el anuncio de la misericordia llegue a todos los hombres, primordialmente a los más desvalidos?
Primero, porque la misericordia es fuente de paz, de serenidad, de alegría. Es fácil querer a una persona perfecta, virtuosa, a un amigo con quien te lo pasas bien, pero qué difícil es amar a quien está con una depresión, a quien está enfermo, a quien vive en la cárcel, a quien se siente desplazado o tiene adicciones, a quien está con un corazón roto,  destrozado… El Papa Francisco nos dice: salgan a las periferias de la existencia humana, no tengan miedo de encontrarse con el mundo del dolor, porque es ahí donde, de un modo más claro y necesario, el amor de Dios tiene que llegar: a tantas vidas anónimas, sencillas, crucificadas.

En el anuncio de la misericordia, ¿qué lugar tienen las parroquias?
 La parroquia es esencial para el anuncio de la misericordia, primero, porque en la parroquia encontramos la misericordia en los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía,  y luego, desde la parroquia vamos a anunciar la misericordia. Sin la parroquia sería impensable la vida de la Iglesia y la transmisión de la misericordia. Es la red necesaria para que la Iglesia siga pescando. Las redes que echan Pedro, Juan y Santiago, son las parroquias.
 
El Papa Francisco insiste en la necesidad de que vivamos las obras de misericordia.
Es que las obras de misericordia autentifican la vida del cristiano. ¿Cómo vamos a anunciar al mundo que Dios es amor? Dando de comer al hambriento, de beber al sediento, vistiendo al desnudo, acogiendo al forastero, asistiendo a los enfermos, visitando a los presos y enterrando a los muertos. Y junto con las corporales, las espirituales: dar consejo con cariño al que lo necesita, enseñar desde la humildad al que no sabe, corregir al que se equivoca, -sabiendo incluso que esa corrección nos podría traer alguna incomprensión-, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia los defectos del prójimo, -mi prójimo es mi próximo: mi marido, señora, hijo, cuñada, suegra, nuera… -, tener esa sonrisa, esa serenidad. Para los hombres es imposible, para Dios todo es posible. Y rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.

La metodología de evangelización que convence es la de nuestra vida, nuestras obras.
Sí. Anunciamos al mundo el amor de Dios no tanto con las palabras -no somos anunciadores verbales-, sino que con nuestra vida y obras afirmamos el amor, al Dios que se implica con tu vida, que lo ha dado todo por ti. Y cuando seamos visitados en el misterio de la cruz, la enfermedad, el abandono, el fracaso, dando un testimonio de que seguimos creyendo en el amor de Dios. En el misterio de la cruz somos predilectos, amados por Él. La cruz ha dejado de ser una maldición para ser el espacio para encontrarnos con Aquel que carga con nuestros pecados, que nos saca adelante. Esto es de una belleza increíble y el mundo necesita testigos de esta belleza. Y simplemente, diciendo: mira, a mí me ha salvado, a mí me ha dado la vida, Él es mi fortaleza, mi refugio, es la razón por la que me levanto cada mañana, el motivo por el que no me rindo y no tiro la toalla. ¿Por qué no haces tú la experiencia? Ven y verás.


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