jueves, 21 de abril de 2016

¡Confianza, confianza! Nos es difícil pensar que Dios es Bueno, infinitamente bueno y muy cercano y está pendiente de nosotros. Pero lo tratamos como a un extraño. ¿Cómo es nuestra confianza?

Sobreimpresionado en la imagen de Jesús Misericordioso, este mensaje:

¡Confianza, confianza!

Voz de Cristo, voz misteriosa de la gracia que resuena en el silencio de los corazones, tú murmuras en lo más hondo de nuestras conciencias palabras de dulzura y de paz. A nuestras presentes miserias repites aquella palabra que el Maestro pronunciaba tan frecuentemente durante su vida mortal: ¡Confianza, confianza!

(De "El Libro de la Confianza", P. Raymond de Thomas de Saint Laurent).

Comentario:
Muchos milagros de Jesús en el Evangelio fueron obtenidos porque los beneficiados tuvieron fe, tuvieron confianza. Tal es así que el Señor muchas veces hacía los milagros diciendo: "Que te suceda como has creído". Es decir, que ocurra el milagro según tu confianza.

¿Y nosotros? ¿Cómo es nuestra confianza para obtener gracias y milagros de Dios?

Debemos reconocer que en este punto somos muy débiles y siempre estamos dudando, en el fondo tenemos desconfianza en Dios.

Y pensar que el pecado que más dolor le causa al Señor es el de la desconfianza en su bondad infinita. Creemos que Dios castiga, pero nos es difícil pensar que Dios es Bueno, infinitamente bueno, y que todo lo que quiere o permite que nos suceda, siempre es por bondad suya, para nuestro bien.

La confianza es el secreto que nos abre las puertas del Corazón de Dios. Confiando en Dios lo obtendremos todo, porque Dios no decepciona a nadie que espera y confía plenamente en Él.

(Imagen tomada de Jesús, en Ti confío )

viernes, 8 de abril de 2016

La misericordia de Dios acompaña a todo ser humano en cada instante de la vida. Lo importante es permanecer con el corazón atento y vigilante para poderla percibir


San Juan Pablo II


Frente al mal, la Misericordia. Es el título de una carta del obispo de Sigüenza-Guadalajara (España), Atilano Rodríguez, sobre las últimas reflexiones del Papa Juan Pablo II sobre la fuerza imparable de la misericordia divina, que nos señalan el camino que todos deberíamos recorrer ante la violencia y el egoísmo.

Como puntos centrales de la carta del obispo Atilano Rodríguez, cabe destacar:

* El Amor misericordioso hacia cada ser humano.
* La misericordia divina tiene el poder de poner límites al mal, al pecado y a la violencia. Es el amor que convierte los corazones y nos da la paz.
* Hemos de actuar con entrañas de misericordia ante toda miseria humana.
*  Cuando abrimos el corazón a Dios y acogemos sus Palabras de vida, todos podemos descubrir hasta donde llega su bondad y misericordia hacia cada uno de nosotros.
*  La misericordia de Dios acompaña a todo ser humano en cada instante de la vida. Lo importante es permanecer con el corazón atento y vigilante para poderla percibir.

A continuación, la carta del obispo, que puede verse en este enlace a la Revista Ecclesia Digital:
Frente al mal, la Misericordia

Carta del obispo - Iglesia en España

Frente al mal, la Misericordia, por el obispo de Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodríguez



Los biógrafos nos dicen que el Papa Juan Pablo II tuvo que pasar por situaciones de pobreza y necesidad en distintos momentos de su vida. Bajo los regímenes totalitarios y dictatoriales a los que se vio sometida Polonia durante años, experimentó también la violencia y la represión ideológica contra quienes tenían la osadía de pensar de forma distinta a los planteamientos del gobierno de la nación. Con serenidad, paciencia y valentía defendió los derechos humanos y la dignidad inviolable de cada persona. Desde su profunda experiencia de Dios, no dudó en proclamar su amor misericordioso hacia cada ser humano, pues vivía convencido de que la misericordia divina tiene el poder de poner límites al mal, al pecado y a la violencia.
El día 2 de abril de 2005, después de las primeras vísperas del domingo “in albis”, San Juan Pablo II terminaba su existencia terrena y su misión como Sucesor de Pedro. Al morir, entró para siempre en la gran luz de la misericordia divina. Ahora, desde la comunión con el amor misericordioso de Dios, su testimonio y sus enseñanzas nos recuerdan que hemos de actuar con entrañas de misericordia ante toda miseria humana.
En estos tiempos, en los que experimentamos el odio, el fanatismo y la violencia indiscriminada de unos pocos contra personas indefensas e inocentes, nos viene bien recordar y meditar las últimas reflexiones del Papa Juan Pablo II sobre el poder del mal en el mundo y sobre la fuerza imparable de la misericordia divina.
Estas palabras, que iban a ser leídas por el Santo Padre en la audiencia del domingo, día 3 de abril de 2005, nunca llegaron a pronunciarse pues el Señor lo llamó la tarde anterior a gozar de su misericordia por toda la eternidad. Publicadas después de su muerte en distintos medios de comunicación, las palabras de San Juan Pablo II son como su testamento para toda la humanidad y nos muestran el camino que todos deberíamos recorrer ante la violencia y el egoísmo.
En su escrito, decía el Papa: “A la humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece como don su amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los corazones y da la paz”. Y añadía, el Santo Padre: “Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Misericordia divina”.
Esta misericordia de Dios acompaña a todo ser humano en cada instante de la vida. Lo importante es permanecer con el corazón atento y vigilante para poderla percibir. Cuando abrimos el corazón a Dios y acogemos sus Palabras de vida, todos podemos descubrir hasta donde llega su bondad y misericordia hacia cada uno de nosotros.
En este tiempo de Pascua, en el que Jesucristo resucitado continúa regalándonos a todos los hombres los dones de la alegría y de la paz, pidámosle que ningún hombre se cierre a ellos para que así sea posible establecer nuevas relaciones entre la familia humana, basadas en el perdón, la reconciliación y la solidaridad.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara